Las carreras cuadreras están arraigadas en las tradiciones populares de las comunidades del sudeste tucumano. Es una actividad que desde siempre se improvisa en cualquier calle o camino. Tampoco tiene un día específico para desarrollarse, aunque preferentemente sucede los fines de semana. En 1984, fueron reglamentadas con la vigencia de la Ley 2.484 (impulsada por el entonces diputado Lito Ledesma). Estas competencias hípicas comenzaron a ser discriminadas entre “legales” y “clandestinas”. Son estas últimas las que hasta hoy más proliferan y que tienen como protagonistas a campesinos que se lanzan a correr utilizando caballos de tareas rurales. A la par también están las peleas de gallos y las tabeadas.
Villa de Chicligasta, Melcho, El Rodeo Grande y Los Mendoza, son algunos de los escenarios de las pruebas hípicas que, desde siempre, tienen un depósito de apuesta previa. La ilegalidad de esta actividad estuvo siempre sospechada de tener el acompañamiento cómplice de las principales autoridades de esos pueblos. “Los changos se juntan en la calle y, mediante alguna apuesta, se lanzan a competir. Lo hacen en caballos que no son de carrera, sino de trabajo. A veces aparece la Policía para sacar plata. Hay que darles para no tener problemas. Siempre fue así”, confesó Dardo Díaz, de las proximidades de Villa Chicligasta.
“A la ley la impulsé con el fin de erradicar la corrupción que rodeaba a la competencia. Desde su vigencia, las cuadreras están obligadas a tener una autoridad de control y otorgar beneficios a las escuelas del lugar. De ahí que los establecimientos educativos también se involucran en su control”, dijo el ex legislador Ledesma. Aunque la ley, según se dijo, se cumplía a rajatabla en un principio, después las cosas fueron cambiando. “Con el tiempo, al parecer, el cumplimiento de ésta normativa se fue flexibilizando y la ilegalidad con sus cómplices volvieron al pasado”, expresó Ledesma.
La violencia
Los hermanos Luis Armando y Juan Antonio Espinoza no eran afectos a la destreza hípica, aunque tenían sus caballos para movilizarse. “A ellos no les gustaban esas cosas”, aseguró su padre, Eusebio. El viernes de la semana pasada, de casualidad, ambos transitaban cerca de una competencia en Melcho, cuatro kilómetros al este de Villa Chicligasta. Fue cuando la intervención abrupta de una comisión de policías de Monteagudo en una carrera cuadrera, desató el desbande despavorido de participantes del encuentro. La persecución de los uniformados fue indiscriminada y terminó por llevar por delante a los hermanos. Juan Antonio terminó golpeado y desvanecido por la arremetida violenta, y Luis, desaparecido.
Ayer, su cuerpo fue encontrado a más de 120 kilómetros al oeste de ese lugar. Por el caso, hay nueve policías detenidos. Es uno de los hechos más graves que se ha producido en el contexto de una carrera de este tipo, aunque las víctimas no hayan tenido nada que ver. “Las cuadreras existieron desde siempre aquí. Es el deporte popular. Nada tienen que ver con los hechos de violencia ocurridos en Melcho, por más que se haya tratado de una reunión clandestina”, se lamentó el comisionado comunal de Monteagudo, Alberto Elías. “Aquí, tenemos una pista hípica de un particular, que ahora está paralizada por el coronavirus. En tiempos normales, las competencias cuentan con nuestra autorización y de la Caja Popular de Ahorros. La Policía esta a cargo de la seguridad”, contó el funcionario.
Un audio que se viralizó
Las apuestas hacen tensos los encuentros. “En las clandestinas, las apuestas son mínimas porque participan trabajadores humildes, que tienen como única diversión las carreras. Tengo entendido que la de Melcho se realizó con ‘golondrinas’ que habían regresado de Río Negro uno días antes”, precisó el delegado comunal.
Un audio viralizado en la zona revela que un organizador conocido como “Gabi” había sido citado por la Policía para ser advertido sobre las consecuencias que tendría si no suspendía la competencia. Al hombre se lo escucha implorando a los otros promotores que no realicen el encuentro.
“Mas allá de que la carrera era clandestina y que está en vigencia el aislamiento social preventivo y obligatorio, no se entiende la virulencia con que actuó la Policía. Lo llamativo es que fueron en sus vehículos particulares, porque en Monteagudo la comisaría no tiene móviles. Actuaron como salvajes. A mis hijos lo golpearon malamente. Y lo hicieron desaparecer a Luis”, planteó don Eusebio Espinoza.
En Rodeo Grande, pocos dudan que la violenta irrupción de los uniformados apuntó a aleccionar a los participantes. “Esto pasó porque, al parecer, hay uniformados co-organizadores de las carreras que no admiten que nada se haga sin su injerencia directa. No tiene otra explicación tanta la violencia”, denunció un vecino de los Espinoza.
“Queremos que la Justicia llegue hasta las últimas consecuencias, a partir de la investigación sobre el accionar de la Policía. Una cuadrera no alcanza con justificar la violencia sobre personas inocentes. Lo que vivimos es una pesadilla que nunca más se tiene que repetir en nadie”, concluyó Adriana González, prima de la víctima.